domingo, 3 de abril de 2011

El año pasado Piero De Vicari preguntaba si el poeta es un ser comprometido y en todo caso con qué



Ganarse el pan…


¿Con qué se compromete la palabra, el fustazo, que baja hasta la encía o el rescoldo del ser para la muerte, en esa casa (quién no tiene una casa, un jergón, un trapo roto adonde vuelve del mundo, el inframundo y descansa el carbón, el atropello, el alma?) donde la pasión del sentido no para de llover?
¿Con la academia, las revistas, los diarios, las cucardas, los amigos, enemigos, las señoritas, señoras, los editores, imprenteros, los que tocan el clarín mísero, ominoso de la historia, de los tiempos, con el lenguaje, el metalenguaje, con el merengue, el tango, los silbidos, aullidos, con el país (cuál país, patria, estado, lar, terruño, paisaje, rincón, cementerio?) se compromete?
Ah, mire todos los problemas que hemos tenido, los bien entendidos y más malentendidos con este cacareo del compromiso y otras sinonimias, las rentas, las venganzas del compromiso y su petiso.
Cuanta poesía mala, que infinita poesía mediocre usando la coartada del compromiso, la salvación, la luna… y esos silencios arrumbados donde prospera la palabra casi llena de sí, casi vigorosa y total… tan olvidada, tan preciosa y presente.
Sí, el poeta es un ser comprometido con esa verdad rara del aire que lo deja afuera del discurso y el recurso… con ganarse el pan, cuidar su máscara para sólo andar entre las groserías de la época y la ferocidad del ignorante… y ser fiel a una música, un abismo que lo llama incesante como una madre loca corriendo en los incendios… ¿Habrá más? no creo…ya es suficiente este destino, ya bastan sus cadenas… (Por supuesto existen los cantantes, los esclavos del bronce, los ingenuos de siempre, ceniza, vanidades…) pero, la pregunta refería a la poesía y los poetas ¿no?

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