sábado, 11 de abril de 2009

HÉCTOR BERENGUER (1948,Rosario)



Mujeres del cementerio judío

Dedicado a la poeta catalana
Marta Pessarrodona y a José Germán.

I

Algo me hace amar este último rincón de nadie

viejo cementerio judío del pueblo que antes se llamaba Paganini,

tierra amurallada y enrejada donde los tmeim, los impuros,

podían imaginar su Jerusalén Celestial ,a la manera de la Zwi Migdal

“conservando en el fondo su temor de Dios y queriendo observar el pacto de Israel”. Así decía el periódico Mundo Israelita de esos años…

Esta no es la tierra prometida, ni la Praga donde Gustav Meyrinck imaginó el Golem acechándolo todo. Aquí los cipreses esperan sin tiempo ni memoria. Esto es el Sur de América ,donde Gardel sonríe con eterna cara de ángel y el hombre siempre fue huérfano y esclavo de su santa madre.

La gran fuerza del silencio lo ha podido todo, la última inhumación fue en1968, año del señor. Ya no habrá Mikvá sagrado para “las pupilas”, ninguna tumba tendrá alguien que diga kadish en su nombre.

II

Ellas venían de Varsovia, de Lodz, de Cracovia, no más que niñas rubias, las polacas,” los contrabandistas de seda” las casaban con papeles, eran una familia a los ojos del mundo y Dios tenia sus ojos en otra parte, treinta mil dice el archivo de la asistencia pública, tan solo por estos lugares, con rabino y templo para los creyentes, jueces, políticos, escritores entre ellos Bioy y Borges como toda la canalla, mientras el anarco Trauman, fue uno de los siete locos con el nombre de Haffner en la pluma de Arlt, los estancieros viajaban rutinariamente a París con sus queridas. Y en Argentina había un millón medio de desocupados.

Violadas, sometidas, ultrajadas, obligadas a prostituirse ahora sus tumbas

hablan como piedras talladas contra el cielo y dicen : El mesías será una mujer como fue Raquel Liberman o no será nada . No se que predijo Nostradamus, pero esta vez, dios será mujer.

III

En Pichincha hubo mercado de esclavas, cafisos, fiocas, panzones, machos, explotadores, rufianes, proxenetas, reventados, cafiolos así los llamaban.

Hubo gonorrea, blenorragia y el hospital Carrasco fue también sífilocomio.

Mientras Malatesta brindaba con champaña entre alfombras y gobelinos

en el “Madame Safó” las chicas daban todo por cinco pesos la lata. En Rosario las pupilas, tenian más posiciones que en el Kama Sutra.

Ahora están allí reunidos todos juntos, en un amasijo de historias olvidadas el tiempo se repite mas allá de sus muertos y sigue siendo fuente de toda corrupción.

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